Belissa Andía Pérez
Secretaria Mundial Trans de ILGA
Ciertamente las políticas sexuales basadas en la binariedad de la sexualidad e igualmente el sistema binario de género, cierran toda posibilidad siquiera de nombrar a la diversidad, y si alguna vez se le nombra es con el propósito de sancionar por enésima vez su carácter abyecto y perverso.
Aquellas políticas zucumbieron y se resquebrajaron con la pandemia del siglo. Las estrategias y metodologías desarrolladas para los proyectos de intervención en salud a fin de lograr una solvente prevención y control de la epidemia, necesitaron nombrar lo innombrable, la orientación sexual diversa y de manera reciente, aunque resistente, a la diversidad de género. Las y los travestis, transgéneros, transexuales, mujeres y hombres culturales, dos espíritus, muxes y otras formas de nombrarse, son esa factibilidad y concreción de la diversidad de género que se nombran con dificultad..
Ha habido un gran salto en la exploración y confrontación con nuestra sexualidad y se ha llegado a establecer en este discurrir que las convenciones sociales que rigen nuestra vida en sociedad, son acuerdos que responden a costumbres arbitrarias, que no recogen la diversidad consustancial con la realidad profusa en matices.
Las convenciones sociales nos confinaron al aislamiento, al ostracismo, por el espanto de ver desbordado el arquetipo rector de nuestras propias pulsiones. La percepción de lo diferente y desconocido a nuestra cotidianeidad y el carácter desestabilizador de las insurgencias cuestionadoras e irreverentes contra la sexualidad imperante, animó al poder patriarcal y hetero normativo a estigmatizarnos. Nos relegaron a la habitación del fondo de la casa escondidos de la mirada inquisidora de la opinión publica.
Empezamos a reconocernos con otras y otros semejantes en el vecindario, pero más tarde constatamos que teníamos pares que emprendían acciones en otros lugares, en otras regiones y en el ámbito global. Hoy sabemos que somos una realidad universal, no una equivocación, ni un accidente, y que la libertad cultural ejercida es parte fundamental de nuestro renacimiento, desarrollo personal, colectivo y de participación en el concierto de activistas empeñados en el reconocimiento de nuestra dignidad, de modo que podamos alcanzar una vida plena; esto desde la posibilidad de poder construir la propia identidad, lo que uno es, sin la amenaza de verse excluid@s.
Abrazamos el ejercicio de la política de la identidad, con el afán de lograr el reconocimiento y el respeto a nuestra identidad como parte de una sociedad plenamente democrática, denunciando la discriminación que nos confina a la marginalidad, privándonos de oportunidades sociales, económica, culturales y políticas, por lo que exigimos consecuentemente la justicia social, que tome en cuenta nuestra dignidad de personas.
Los derechos no son mercancía que se regale, son bienes que se conquistan, dentro de un proceso de lucha animada en su esencia por el espíritu de libertad cultural, traspasando las fronteras y ampliando sus márgenes de inclusión en el principio de su universalidad. En este estadio es que se hace perentoria la organización política que articule a los y las activistas teniendo presencia y tomando parte en la toma de decisiones que impactan en nuestras vidas, nuestros derechos. En este desafío debemos considerar aspectos y momentos del quehacer político.
La organización política es un proceso que se afianza constantemente entre todas las instancias que trabajan para un fin consensuado. Asumida por las activistas trans nos hemos enrolado en esta construcción, por la necesidad de agruparnos consistentemente para lograr el pleno goce de nuestros derechos que implica resolver cuestiones del quehacer político para allanar el camino hacia el respeto irrestricto de nuestros derechos.
Tenemos presencia en organizaciones globales, que tienen diferentes ámbitos de acción. Unas constituidas por agrupaciones de carácter mixto y otras por agrupaciones propias de participación trans. En ellas hemos tenido aprendizajes importantes que nos ha permitido desprendernos de paternalismos a partir de desarrollar nuestras capacidades y fortalezas. En esta ruta de crecimiento se abren exigencias insoslayables de la practica política, que comentaremos brevemente.
Determinación del sujeto político, construyéndolo en base a la elaboración de un concepto aglutinador, que permita la cohesión de las organizaciones y fortalezca el movimiento de la diversidad. Debemos abrir espacios de diálogo y discusión para alcanzar al sujeto político operativo que sea incluyente de las expresiones trans.
Sentimos la necesidad de un discurso político, que condense nuestro saber y desbarate los argumentos del pensamiento fundamentalista, conservador, que no reconoce que los patrones de género han variado y que la cultura los ha replanteado.
Promoción de liderazgos, imbuido de las necesidades de la comunidad, que respondan a las expectativa de la comunidad y estén dispuestos a llevar no solo la voz, sino implementar acciones en los espacios políticos allanados y que sostenga e inserte nuestras demandas en las distintas agendas sociales. Muchas veces se abren espacios, pero no hay una presencia oportuna, o los contados liderazgos visibles no pueden afrontar los numerosos compromisos.
Encontramos mucha información en publicaciones, media y también colgada en medios virtuales, que en unos casos no son accesibles a la población diversa. En otros casos aunque de fácil acceso, están avocados a atender necesidades practicas, inmediatas e intrascendentes. Encontramos información que reproducen los resortes de la opresión estructural, que no aporta a desarrollar una actitud crítica frente a prácticas, discursos y representaciones sociales que discriminan, y vulneran los derechos de las personas por su diferencia sexual o de género.
Mantener una organización política vital implica ejercer la reflexión crítica para deconstruir aprendizajes impropios. Debemos considerar que estamos inmersos en un mundo de formas culturales, que traducen muchas veces sutiles formas de poder, que deben estar en la mira de un trabajo vigilante, dando cauce a nuevas formas emergentes de sexualidad que recusen el género binario, que situa en el limbo a la diversidad, apostando por ampliar sus fronteras.
La discriminación reflejada en el aislamiento social concertada limita nuestra proyección y nos impide ir mas allá de acciones en el grupo de base, perdiendo el horizonte actuando a espaldas de la interacción con el entorno social. Somos seres sociales, por lo que nuestras posibilidades de desarrollo no pueden sostenerse fuera del cuerpo social, en la marginalidad. Entonces tenemos que trascender.
La atomización del movimiento es un tremendo lastre, pues los grupos conformados apenas fortalecidos y afirmados, ya instalados en la senda del crecimiento se dividen prontamente; algunas razones que subyacen en esta tendencia están: el personalismo, el individualismo, las parcelas propias de poder, la discriminación al interior del mismo movimiento, el pensamiento inflexible.
Partiendo de las dos situaciones anteriores, necesitamos desarrollar nuestras organizaciones propias y también desarrollar estrategias que nos inserte en el movimiento LGB, un espacio definido por principio por la diversidad, de manera plena y en paridad de derechos, así como superar la barrera de la exclusión social insertándonos proactivamente en los movimientos sociales que rechazan por principio toda forma de discriminación.
Estas breves menciones que hallamos cotidianamente en todas las latitudes, y que nuestro auditorio identificará otros más, son los desafíos a remontar para un desarrollo de la organización política que nos lleve a que la sociedad global finalmente reconozca plenamente el derecho a la orientación sexual y el derecho a la identidad de género como derechos humanos, desterrando la ignominiosa discriminación que hoy en día es fuente de atropellos, violencias y atrocidades contra la diversidad sexual y de género.