Lohana Berkins
Cuando el tema del travestismo, transexualidad y transgeneridad es citado en los medios periodísticos, televisivos y hasta académicos hay una invariable referencia a la prostitución como su característica principal, estableciendo un inseparable correlato el uno de la otra. Para el ¨gran¨ público son sólo una forma de marginalidad, de abyección, de intangibilidad, a las que como no se puede categorizar, por ahora, como hechos delictivos, sólo se las concibe existiendo lo más lejos posible del ámbito en el que se desarrolla la vida de las personas que encajan en la heteronorma.
Cuando el tema del travestismo, transexualidad y transgeneridad es citado en los medios periodísticos, televisivos y hasta académicos hay una invariable referencia a la prostitución como su característica principal, estableciendo un inseparable correlato el uno de la otra. Para el ¨gran¨ público son sólo una forma de marginalidad, de abyección, de intangibilidad, a las que como no se puede categorizar, por ahora, como hechos delictivos, sólo se las concibe existiendo lo más lejos posible del ámbito en el que se desarrolla la vida de las personas que encajan en la heteronorma.
No debemos olvidarnos que son personas ¨honorables¨ las que recluyen, ocultan a sus hijos e hijas que desafían la heteronorma o los depositan en instituciones, porque las/los consideran un estigma vergonzoso y son también personas ¨normales¨ las que abandonan hoy a los ancianos a su suerte o someten a los niños/as a abusos, miseria y violencia, los que desaparecieron a 30.000 compañeras/os en la última dictadura cívico militar argentina, los que nada dicen de las miles de travestis, transexuales y transgéneros asesinadas o muertas por causas evitables. Los que secuestran, desaparecen a mujeres como Marita Verón para la explotación y la trata. A los mercaderes del SIDA que no vacilan por un segundo en posicionarnos bajo la violenta sigla de HCH (hombres que tienen sexo con hombres) violando la construcción de nuestra identidad, ignorando ésta como la medularidad de nuestras luchas. Por no referirnos a los que declaran y ejecutan guerras, construyen campos de concentración, hornos crematorios, o a los que torturan y violan…o a los que roban ingentes partidas del presupuesto de países en bancarrota. Digamos en fin que puestos a establecer cuáles son las ventajas de la normalidad a la supuesta seguridad que deriva de convivir con sus portadores, nos veríamos en dificultades para encontrar sólidos argumentos.
La ¨diferencia¨ es en primer lugar sospechada, desafía la homogeneización social tan cara a los que ejercen el poder. Una masa indiferenciada y sumisa es fácilmente manejable. Curiosa cosa es, que en la época del más exacerbado individualismo, aquellos/as que reclaman la necesidad impostergable de ser ellos/as mismas, así como se perciben subjetivamente para formar parte del mundo, son perseguidos/as, enviados/as a guetos, o invisibilizados/as como sujetos de derecho o condenadas a sobrevivir de la prostitución.
Dolor, exclusión, represión: estas palabras resuenan en nosotras como la simbología de una época que atravesamos, que nos atraviesa y nos seguirá pasando.
Intentar una definición acabada sobre el tema del travestismo, la transexualidad y la transgeneridad es muy difícil, ya que, nos veríamos en un serio conflicto a la hora de encontrar una definición correcta, es tan inteligible la forma de una definición, que sólo, podríamos definir situaciones o experiencias singulares, infinitas, pero desde mi lugar de activista, trataré de dar cuenta de las experiencias colectivas de la construcción de la identidad travesti transexual, de las formas que fueron tomando las resistencias, a todos los mecanismos, que se nos oponen cotidianamente, intentando reducirnos a la binariedad varón - mujer, a una sola forma de práctica sexual aceptable de ser vivida como la heterosexualidad.
Viéndonos constantemente como sujetas minorizadas negando nuestra agencia de sujetas políticas.
Ahora bien, ¿cuales son las consecuencias en términos sustanciales de la heteronormatividad?, que no sea la reproducción, ignorando el placer, ¿qué cosas se ponen en juego, al sostener una sola práctica como posible, que no sea, la de control por parte del estado, en nombre de la sociedad, que la sostiene y la organiza?
A nuestro entender, nos planteamos, grandes interrogantes como de significantes y significados, de intangibilidad, entre deseo y corporalidad, entre abyeccióny existencias. Entre quienes miran y quienes desean ser miradas, cómo se lee, quién lee el cuerpo y la existencia del otro/a.
¿Cómo surgen frente a esa miopía el cuerpo travesti?, para algunos surgimos como modo de deseo, para otros/as desestabilizando la normalización y disciplinamiento de las corporalidades, para otros/as surgimos como mero reforzamiento de la binariedad varón – mujer agenciada en la hiperfemeneidad o en la cosmética de la esteticidad de los patrones de la femineidad mercantilista. Para otros/as no cotizamos en la mercadotecnia del deseo.
¿Qué es el cuerpo travesti, transexual, transgénero? La existencia de un contorno, las formas estandarizadas de una silueta, o nos plantea aun sin proponérselo la reformulación de las fronteras de la corporalidad, quién y qué determina la perimetralidad del cuerpo ¿es la genitalidad?, ¿la falometría?, ¿el biologisismo?, ¿la reproductividad?, ¿la reproducción?, ¿el deseo?, ¿la farmacología?, ¿la tecnobiología?, ¿la hormonización?, ¿la cinesiología?, ¿los protocolos médicos? ¿la teoría o la praxis?
Pero el tipo peculiar de racismo, clasismo por el que se ve atacada nuestra sociedad normal hoy, es el del rechazo manifiesto o encubierto de los que eligen una identidad de género que no contempla la tabla binaria impuesta por las convenciones sociales patriarcales. Ese ¨no-reconocimiento¨ del travestismo, la transexualidad y la transgeneidad como una de las identidades que puede ser elegida por los/as que así lo deseen nos conduce inmediatamente a la exclusión social de aquellos/as que optamos por él.
Este ¨no-reconocimiento¨ de un grupo social, constituye un instrumento ampliamente difundido para el cercenamiento del ejercicio amplio de la ciudadanía y facilita todo tipo de discriminaciones en el campo de la salud, de la educación o del trabajo. El estado una vez más, en vez de ser protector de los derechos de las travestis, transexuales y transgénero obstruye su desarrollo con políticas, en este caso, travestofóbicas.
Las que no pueden capacitarse y tampoco ejercer libremente profesiones o postularse para trabajos porque la sociedad las rechaza por su identidad de género somos empujadas a la prostitución como única salida viable para su supervivencia.Desde este lugar cabe analizar los distintos sistemas legales relacionados con la prostitución, tales sistemas son: prohibicionista, abolicionista y reglamentarista.
El sistema prohibicionista es el que prohibe tanto la prostitución como el ejercicio de la misma. Castiga y penaliza tanto a quienes lucran con la explotación sexual de terceros, como a aquellas/os que ejercen esta actividad.
El sistema reglamentarista es el que legaliza la instalación de los prostíbulos, estableciendo los lugares donde se puede ejercer la prostitución, y somete a las prostitutas a controles sanitarios y administrativos. Estima que la prostitución es un mal inevitable y que es preferible tolerarla reglamentándola y gravándola con impuestos. Este sistema considera que la prostitución trae aparejado grandes males morales y es una amenaza para el mantenimiento de las buenas costumbres. Al reglamentarla, el Estado la transforma en una institución aceptable.
En cuanto al sistema abolicionista, al cual adherimos, sostiene que la prostitución forzada representa una violación de los derechos humanos de las personas en situación de prostitución.Debe perseguirse a las bandas de proxenetas y a los proxenetas y rufianes, como así también toda forma de lucrar con la prostitución ajena. No debe sancionarse a las personas que ejercen la prostitución.
Si bien en principio la posición abolicionista es aceptable y correcta, hasta ahora los abolicionistas no han querido referirse a la prostitución como institución, ni analizar las bases misóginas de la misma.
En Argentina tienen vigencia las Convenciones Internacionales por ley de la Nación. Así también la convención para la Represión de la Trata de Personas y de la Explotación de la Prostitución Ajena, aprobada por Asamblea General de las Naciones Unidas en 1949, por la cual las partes firmantes se comprometen a castigar a toda persona que explotare la prostitución ajena o mantuviere una casa de prostitución o interviniere en el tráfico de personas. Se obligan asimismo a derogar toda reglamentación de la prostitución y a adoptar medidas de prevención.
Toda nuestra legislación vigente consagra el sistema abolicionista. Sin embargo el ejercicio de la prostitución se persigue por normas pretendidamente morales contravencionales, código de faltas, código de convivencia o edictos policiales.
En realidad en la mayoría de los estados patriarcales burgueses y capitalistas sea cual fuere el sistema que adopten, en general, en la práctica, aplican alternativamente alguno de los tres según convenga a los intereses políticos de turno. Se tolera su ejercicio, cobrando las instituciones policiales el peaje correspondiente con la anuencia y participación de jueces y políticos, y de vez en cuando se hacen razzias para mantener bajo su control y sujeción a las personas involucradas, que por ser consideradas indeseables por la sociedad, difícilmente reciban apoyo de instituciones de derechos humanos.
Queremos señalar que con los giros de varios gobiernos latinoamericanos hacia la izquierda que se dieron en Latinoamérica y El Caribe nos veríamos en un problema a la hora de tener que señalar algunos avances.
El empresariado proxeneta y el tráfico de personas para su explotación sexual constituye el cuarto lugar entre las actividades internacionales clandestinas más redituables. Esta sería la única razón y válido argumento para mantener una persecución costosa e inexplicable si no fuera porque además representa un ingreso que solventa y sostiene a instituciones corruptas como la policía o facilita carreras políticas que no conseguirían sustento económico en otros ámbitos. La explotación de la prostitución, el juego clandestino y la distribución de drogas alimenta las cajas ilegales de políticos, funcionarios y policías.
En cuanto a las actitudes de instituciones religiosas como tales, condenan ante la opinión pública toda opción sexual que no sea la heterosexualidad, la fundamentación una vez más son las leyes llamadas ¨naturales¨. Estas controvertidas leyes cuyo texto puede variar adlibitum, según el inquisidor de turno, no se conoce muy bien en qué código se encuentran formuladas, a menos que se esté haciendo referencia a leyes físicas o químicas o de alguna otra disciplina científica similar. Decimos, esto porque consideramos que todo cuerpo de leyes que rige o debe regir a la sociedad es una creación cultural propia de la comunidad humana, que se adopta a través de deliberaciones y consensos sobre usos y costumbres vigentes en esas mismas sociedades. En el caso del travestismo se emplea esta forma de discriminación afirmando que está fuera de las leyes naturales, como pretexto suficiente para demonizarlo desde la religión y convertirlo en patología desde los catálogos médicos. Por lo tanto el amor fraternal de los unos a los otros, es una prédica que suspenden ¨justificadamente¨ los cristianos en los hechos, en cuanto al travestismo se refiere y cuya persecución y correspondiente sanción se ve así legitimada.
Las organizaciones de derechos humanos, salvo algunas individualidades, concentraron su actividad en la defensa de las personas perseguidas por razones políticas pero en lo que se refiere a cuestiones sociales y económicas éstas han sido relegadas como objetivos principales. Las minorías sexuales no obtienen un decidido apoyo por parte de estos organismos porque quizás y aún sin quererlo se comparten los prejuicios generalizados. Si bien a lo largo de estos últimos años han demostrado sensibilidad por los excluidos o obstante el derecho a la identidad travesti, tan resistida por la opinión pública, nunca fue defendida más que por las propias interesadas. La violencia representada por la creciente pobreza, el analfabetismo, o la desocupación son temas pasibles de una mirada benevolente aún por los discursos más reaccionarios, pero cuando estos flagelos atraviesan a la comunidad travesti son vistos como una condición propia y merecida de marginales ¨voluntarios¨, sin que desde los lugares formadores de opinión ya se trate del discurso político, periodístico o institucional se ensaye la defensa de la dignidad de las travestis como personas.
Desde el punto de vista de los gastos del erario público, es difícil entender la cantidad de dinero que se desperdicia destinándolo a la represión y persecución de travestis y en la aplicación de normas contravencionales, edictos policiales o códigos de faltas. Este dinero tendría mejor destino en la aplicación del abolicionismo implementando la inserción de las personas en situación de prostitución a la educación y a la capacitación para el trabajo, en la organización de campañas antidiscriminatorias masivas tendientes al conocimiento de las distintas realidades sociales, o en propiciar prácticas de discriminación positiva abriendo las listas de los partidos políticos para hacer realidad aquello de que todos tenemos el derecho a elegir y ser elegidos, y finalmente en recomendar el acceso a empleos estatales y privados. Sería también deseable se induzca desde la publicidad oficial a no usar en los medios de comunicación la imagen estereotipada de aquellos considerados ¨diferentes¨.
Hoy en cambio nos encontramos ante una amenaza de un retroceso aún mayor con respecto a nuestra situación, se habla de la creación de zonas rojas, la legalización de la prostitución en algunas provincias, a instancias de grupos vecinales con fuertes vínculos policiales. En la Provincia de Santa Fe gobernada por el socialista Binner bajo el eufemismo de cooperativas se intenta violar el abolicionismo y en el proyectado gueto de Puerto Madryn bautizado vilmente como Sexódromo ya se habla de licitaciones para construir garitos, prostíbulos, saunas, y otros infames negocios de esta especie. No escuchamos que ningún fiscal insinúe que actuará de oficio para poner presos a los que eventualmente se presenten a tales licitaciones por estar infringiendo varias Convenciones Internacionales a las que el país ha adherido y en especial la de 1949 antes mencionada, e inmediatamente esos mismos fiscales amenacen con severas sanciones contra funcionarios del Estado que burlan expresas disposiciones legales en la materias solamente para consumar fabulosos negocios. Las personas que sean recluidas en esas ¨reservaciones¨ asistirán a un mayor deterioro de su calidad de vida, ya que cuando quieran salir de allí para compartir la cotidianeidad con su familia, hacer trámites, recibir atención médica adecuada, insertarse en los sistemas educativos, ser parte en fin de la sociedad, serán primero desalentadas, y luego perseguidas y castigadas aún con la muerte, porque de otra manera se perderían trabajadores/as esclavos/as para el circuito. Y quien crea que esto es una exageración, no tiene más que consultar los informes periodísticos y las investigaciones académicas sobre la cantidad de personas en prostitución asesinadas y desaparecidas cuya muerte no es investigada por nadie, ni inquieta a ningún digno magistrado de la nación aún cuando los involucrados/as sean niños/as.
Ninguna sociedad puede funcionar plenamente sin la contribución personal y libre de todos sus miembros y menos aún puede mantener a grupos sociales en nichos de ¨no-reconocimiento¨, porque se pone en tela de juicio la legitimidad de todo el sistema.