No es novedad que la práctica del sexo vía anal está altamente estigmatizada por la cultura judeocristiana por diferentes motivos. Tampoco es novedad que se trata de un práctica muy común para los varones que tiene sexo con varones, pero no es exclusiva de este grupo, sino que es una de las posibilidades de obtener y dar placer de la sexualidad humana.
Si vamos al caso, hasta no hace mucho tiempo era vergonzante para la inmensa mayoría de la gente hablar sobre las dificultades de la mujer en llegar al orgasmo mediante la estimulación de sus genitales. Por suerte muchas personas ya han comprendido que la sexualidad es un derecho humano, y por ende, que conocer sobre la práctica del sexo también lo es; otras personas siguen pensando que el sexo anal es tan antinatural como la homosexualidad y tildan a este artículo de pornográfico.
Estas líneas están destinadas a quienes consideren que el sexo anal es, o puede ser, una práctica que les permitirá tener un sexualidad más plena, para que la descubran o redescubran con plena conciencia de algunas hechos ciertos sobre la anatomía humana y las condiciones que permiten aumentar el disfrute asegurando la preservación de nuestra salud.
Antes de entrar en tema…
Entre los principales mitos y tabúes contra el sexo anal encontramos: que el ano y el recto son zonas sucias, que la penetración deforma el ano, o que es un símbolo de sometimiento y humillación que hace inferior al que es penetrado.
Nada de esto es cierto. Si bien el ano puede estar sucio, o puede lastimarse como cualquier parte del cuerpo, no menos cierto es que otras prácticas sexuales aceptadas por la mayoría de la gente también involucran partes del cuerpo que pueden estar sucias, y durante las cuales se pueden ocasionar lesiones si las personas no están suficientemente preparadas o si la práctica es muy violenta.
Los varones que tenemos plena conciencia de nuestra sexualidad en cuanto atracción sexual y amorosa por una persona del mismo sexo, hemos padecido esta cultura machista en la que desde chicos debemos continuamente dar pruebas de virilidad. El insulto más grande que se le puede hacer a un chico es llamarlo marica o por su sinónimo aún mas peyorativo: puto. Ambos términos, por asimilación con la mujer, implican desconocerlo como varón. Aquí hay una enorme y a la vez sutil crueldad, que consiste en negar el derecho a la identidad. Uno de los pilares de nuestra personalidad es que la mayoría de las personas sabemos que somos varones o mujeres; nos educan para desarrollar un necesario sentido de pertenencia a ese grupo. Al “acusar” a un varón de marica o puto se lo convierte en paria, un bicho raro. Este tiro certero a los pilares de la personalidad, provoca a esa edad heridas y dolor sólo comparables a las que puede provocar el rechazo de un padre.
Al crecer aprendemos a resistir esos golpes, pero hay heridas que nunca cierran; lograr vivir una sexualidad plena es mucho más difícil. La mayoría logra convencerse de que el rechazo nunca existió, y como fieles servidores del machismo continúan disimulando.
Los mitos y tabúes sexuales son, al igual que el machismo, construcciones culturales, y son instrumentos al servicio de éste. Hay que combatirlos porque son contrarios al derecho a la identidad y al ejercicio una sexualidad plena.
La sexualidad ejercida desde la creencia en estos mitos y tabúes hará muy difícil que logremos excitarnos y relajarnos para poder disfrutarla. Conclusión: el primer paso es tomar conciencia de ello y desterrarlos, no como quien sólo olvida algo malo, sino con la firme convicción de que son injustos porque atentan contra el derecho de cada ser humano a ser respetado y apoyado para desarrollar sus potencialidades.
Anatomía:
Por un lado, existe alrededor del ano una de las zonas erógenas más importantes del cuerpo. Esta zona tiene gran cantidad de terminales nerviosas, lo que permite una enorme sensibilidad.
El varón en particular, además de esa sensibilidad alrededor del ano, puede obtener placer en la penetración por la estimulación de la próstata, glándula que se ubica pegada a la pared posterior del recto, encargada de producir parte del líquido preseminal.
Esta posibilidad de obtener placer con la estimulación del ano y la próstata durante la penetración, puede anularse y convertirse en molestia o dolor si la persona está nerviosa y tensionada, si no está suficiéntemente excitada, o si la estimulación es demasiado violenta. Esas molestias, cuando se convierten en dolor, indican que se ha producido una lesión de la mucosa que recubre el ano y/o el recto.
Éste es uno de los motivos por los que el sexo anal es una práctica riesgosa en cuanto a la tranmisión del VIH/SIDA, ya que a través de esas lesiones el virus puede lograr ingresar a nuestro organismo.
Para reducir el riesgo, el sexo anal debe ser lo menos traumático posible, con lo que primero se evita que el preservativo se rompa, y ,segundo, que se produzcan lastimaduras en la mucosa del recto: a través de ellas el virus podría ingresar al organismo.
La clave es evitar los nervios y la tensión. Si se está nervioso y tensionado, las fibras musculares del ano tienden a contraerse aún más, cuando lo deseable es lograr la dilatación muscular necesaria para evitar lesiones y por ende dolor.
Mas anatomía: El ano es un músculo
El ano es un músculo cilíndrico que "cierra" el extremo final del recto. Como extremo del aparato digestivo, controla la eliminación de los desechos mediante contracción y dilatación; para ello cuenta con un sistema de venas (hemorroidales) cuya función es inflamarse “acolchonando” el ano, haciendo así más eficiente la función obturadora del músculo.
Estas venas hemorroidales pueden enfermarse inflamándose en exceso, provocando dolor y sangrado por diferentes motivos, fundamentalmente el estrés, trastornos de la alimentación o por estreñimiento prolongado. Por eso se recomienda como prevención adoptar dietas ricas en fibra, que favorecen la evacuación de manera periódica.
Las hemorroides, como enfermedad, deben ser tratadas por un especialista (el proctólogo); en algunos casos extremos se prescribe cirugía, pero en la actualidad una nueva corriente prefiere evitarla y recurrir para la mayoría de los casos a terapia medicamentosa.
Cuando somos chicos aprendemos a manejar la contracción y dilatación del ano (control de esfínter), hasta que se vuelve casi un reflejo inconsciente, si el ano no trabajara así, nunca hubiéramos podido dejar los pañales.
Pero que trabaje inconscientemente no quiere decir que no podamos tener cierto control sobre él. Sucede algo similar con la respiración. Nadie piensa en respirar, pero si lo deseamos podemos contener la respiración, o respirar a mayor velocidad, e incluso educarnos en mejorar la forma en que respiramos: así lo hacemos, por ejemplo, para poder cantar o hacer deportes.
Es fundamental que tengamos en claro que podemos controlar la elasticidad de las fibras musculares que conforman el ano; de esta forma contrarrestamos el mito de que el ano es algo intocable que funciona mágicamente, con su correlato de que si lo tocamos se puede estropear y dejar de funcionar.
Este control se logra haciendo conscientes dos cosas: 1) nuestra capacidad de relajar el músculo y 2) favorecer el incremento de la elasticidad de las fibras musculares: es decir, lograr una dilatación.
Como lo corroboran todos los proctólogos (especialistas en las dolencias del ano y el recto), es falso que el ano pueda quedar permanentemente dilatado y que la persona comience a tener problemas de incontinencia por haber sido penetrado una o muchas veces.
Éste es uno más de los mitos o tabúes que se utilizan para condenar esta práctica o ridiculizarla. En cambio, sí es muy común que luego de una penetración el ano tarde unos minutos en volver completamente a su estado natural: pero lo mismo sucede con otros músculos del cuerpo. En mayor o menos grado, la elasticidad es una característica propia de todas las fibras musculares del cuerpo, y uno puede ejercitarse para aumentarla.
La relajación, 1er. paso:
La relajación es el paso previo, imprescindible para lograr luego la dilatación del músculo.
Si nunca fuiste penetrado, o si sufrís molestias durante la penetración, no te engañes con la idea de que "cuando llegue el momento me voy a relajar". Lo más probable es que en ese momento estés más contracturado que nunca, y es lógico: los nervios, el temor al dolor o a alguna molestia hará, aunque no seas consciente de ello, que el ano tienda a contraerse.
La forma de solucionar el problema es practicar solo, tranquilo y sin apuros, usando tus dedos.
Buscá en tu casa un lugar cómodo y un momento en el que estés seguro de no tener interrupciones de ningún tipo.
Controlá tener las uñas cortas para evitar lastimarte y tratá de ir al baño con anterioridad. Tené lubricante a mano, que facilita enormemente la penetración. La saliva es útil (si no tenés otra cosa), pero es fundamental que te acostumbres a utilizar adicionalmente lubricantes a base de agua, que son los únicos que puede usarse con preservativo. Los podés comprar en cualquier farmacia sin ninguna vergüenza porque es muy común que los compren los heterosexuales, y son igualmente útiles para el sexo entre hombres.
Ponéte en una posición cómoda y comenzá a explorar toda la zona que rodea el ano.
Posiblemente nunca lo hayas pensado; pero el sólo sentarse en el inodoro implica para muchos un "permiso" inconsciente para la relajación muscular del ano.
Según las vivencias de cada uno, pueden existir otras posiciones. Podés ponerte en cuclillas o sentarte sobre los talones.
Antes de intentar introducir un dedo tenés que lograr tomar conciencia del estado del músculo, contrayéndolo y relajándolo. Luego, con un dedo previamente lubricado, tendrás lentamente que vencer la resistencia hasta lograr introducirlo en el recto. Te darás cuenta de que el ano se habrá relajado cuando puedas introducir con total comodidad uno de tus dedos.
En los primeros momentos el músculo tenderá a contraerse apretándote el dedo hasta que se acostumbre por completo a su presencia. Recién entonces podés comenzar a reconocer esta parte de tu cuerpo, que hasta ahora parecía tan oculta y misteriosa.
Poné atención a las formas y texturas, reconocé el anillo que forma el ano, tomá conciencia de su funcionamiento sintiendo la presión en tu dedo.
Una vez vencida la resistencia del ano, se llega a una cavidad: el recto. Palpá la suavidad de sus paredes, están recubiertas de una piel muy delgada llamada mucosa, similar a la que recubre el interior de nuestra boca. La piel que recubre el ano, en cambio, es algo más gruesa similar a la que recubre el glande (la cabeza del pene).
La mucosa se caracteriza por ser muy delgada y tener los vasos sanguíneos (capilares) más cercanos a la superficie que la piel común. Por eso en las relaciones sexuales con penetración sin preservativo, es posible la transmisión del VIH (virus causante del Sida) presente en el líquido preseminal y en mucha mayor cantidad en el semen, ya que con facilidad esta delgada capa de mucosa puede lesionarse (se producen en ella microlesiones) durante la penetración o posteriormente con la fricción del pene. Las microlesiones abren camino por los vasos sanguíneos para que la infección pueda llegar al interior del cuerpo, tanto del que es penetrado (a través de la mucosa del recto), como del que penetra (a través de la mucosa del glande y de la uretra).
En estas circunstancias, el uso correcto del preservativo es la única manera de disminuir el riesgo de transmisión del VIH y otras enfermedades de transmisión sexual.
Volviendo a tu exploración, ahora podés aprender a lubricar el ano y el interior del recto. Esto es fundamental; muchas veces no alcanza con lubricar el forro una vez colocado sobre el pene.
Puede suceder que luego de estas primeras exploraciones, estés más sensible y tengas ardor u otras molestias. No te hagas problema: esto es común. Te sucedió las primeras veces que te masturbaste o que penetraste a alguien porque la mucosa nos estaba acostumbrada a este tipo de actividad.
Si la molestia se convierte en dolor conviene continuar la exploración en otro momento. Apurar este proceso de reconocimiento puede ser contraproducente.
La dilatación del músculo, 2do. paso:
Si vamos a tener una penetración, no alcanza sólo con relajarse. Para lograr la dilatación necesaria para no tener dolor o molestias durante y después de la penetración, tenemos que ocuparnos de producir la estimulación necesaria para aflojar la tensión de las fibras musculares del ano, aumentando su elasticidad.
Lo mismo sucede cuando tenemos que preparar otro músculo del cuerpo, por ejemplo antes de una actividad deportiva; no alcanza con relajar el músculo, hay que precalentarlo, preparándolo para un esfuerzo adicional que le exigirá elasticidad y mayor control.
Si tuviste que dejar este paso para un segundo intento, no dejes de repetir todo el proceso de relajación.
Si ya lograste introducir el primer dedo y no sentís molestias, la dilatación la lograrás introduciendo sucesivamente dos y tres dedos, de a uno por vez y muy bien lubricados.
No intentes introducir otro dedo hasta que el músculo del ano se haya acostumbrado completamente y te sientas totalmente cómodo. No continúes cuando sientas un dolor que persiste. Puede haber algo de dolor: es señal de que las fibras musculares tuvieron que distenderse algo más rápido de lo necesario, pero una vez distendidas el dolor debe desaparecer, si continúa pese a que estas relajado es señal de que por el momento conviene detenerse para proseguir otro día.
No es conveniente que te apures en este paso, porque podés lastimarte innecesariamente.
Todo esto es un aprendizaje fundamentalmente muscular. Son sensaciones con las que tenés que familiarizarte, ya sea porque nunca antes las sentiste, o porque, por apurarte, fueron molestas o dolorosas.
Cuando hayas podido introducir dos o tres dedos sin molestias y con placer, el ano ya reconocerá la sensación, habrás aprendido a relajarte y lograr una buena dilatación mediante esta estimulación.
Hasta ahora hemos hablado de una exploración personal, pero…¿qué sucede cuando estás en medio de una relación sexual y tenés ganas de ser penetrado? Hay quienes tienen vergüenza de detener la relación para lubricarse y lograr la dilatación necesaria antes de ser penetrados, y prefieren en cambio “bancarse” un sexo molesto o doloroso. No lo hagas; no es necesario.
A riesgo de ser reiterativo, insisto en el hecho de que el ano es un músculo. La mayoría de la gente ha tenido la experiencia de la clase de gimnasia y los ejercicios de elongación de piernas. A nadie se le ocurriría abrirse de piernas al primer envión, todos sabemos que duele, y lo vamos haciendo de a poco, para evitar el dolor. El ano, por más práctica que tengamos, también necesita ir de menor a mayor para dilatarse.
Si tenés la suficiente confianza, podés pedirle a tu compañero que te ayude poniéndote el lubricante con sus dedos, y al mismo tiempo te ayudará a que logres la dilatación. Lo más probable es que de esta manera lo hagas mucho más rápido.
Pero si preferís hacerlo solo, como tenemos dos manos, podes seguir acariciando a tu compañero con una y utilizar la otra para ponerte el lubricante y conseguir la dilatación.
Consideraciones finales:
En general muchas de las personas que no admiten ser penetradas nunca lo han intentado, o tuvieron una mala experiencia por no saber cómo prepararse. Entonces surgen las famosas excusas : "yo no nací para ser pasivo",o "soy activo por naturaleza", o "lo tengo muy cerrado", o "lo que pasa es que la tenés muy grande", o "sólo me dejaría penetrar por alguien mas chongo que yo", etcétera, etcétera.
Otras personas, por sufrir sin tratarla alguna afección en el ano o el recto, ven limitada toda su vida sexual.
¡No dejes que la vergüenza te impida consultar a un profesional de ser necesario! Hacerlo así te puede evitar muchas complicaciones y mejorar notablemente tu vida sexual.
En SIGLA podés consultar por profesionales (urólogos o proctólogos) que, a parte de ser buenos profesionales, no te van a discriminar por tu orientación sexual.
En el sexo oral sin preservativo, por la baja cantidad de virus (VIH) que puede haber en el líquido preseminal y al ser dificil que se produzcan lesiones que permitan el ingreso del virus al cuerpo, el riesgo de infección, si no permitís que eyaculen en tu boca, es muy bajo. Pero cuando esta práctica se convierte en comienzo y final de la relación con alguien al que recién conociste, no hay garantía ni posibilidad de que puedas controlar lo que hará el otro. Especialmente en estos casos no esperes que te cuiden: por tu tranquilidad, ¡no seas forro, usálo!
Si se trata de sexo anal no hay excusa que valga, hay que usarlo desde el comienzo de la penetración. No hay excusa que valga... si te querés un poquito.
Para evitar lastimaduras y obtener mayor placer, es muy importante utilizar siempre abundante lubricante a base de agua, y conseguir primero una buena dilatación.
Espero que luego de estos consejos, los que nunca lo intentaron o tuvieron una mala experiencia se animen a probar. A los que esperan intentarlo recién cuando consigan a un chongo muy chongo, más vale que ya vayan practicando si no quieren pasar un papelón, o quedar a la miseria, o peor aún, perderse la diversión.
Sea cual sea tu caso, lo importante es no quedarse con la duda, y poder descubrirnos sin complejos ni culpas.
SIGLA (Sociedad de Integración Gay Lésbica Argentina)